miércoles, 17 de abril de 2013

Denver y yo

       A veces tengo ganas de escribir, pero no tengo tiempo. Y a veces tengo tiempo, pero no tengo ganas de escribir. La cosa va de dejar las páginas en blanco. Incluso este blog. Tras muchos días sin escribir, me digno a dibujar un par de líneas, que si no fuesen a ordenador, saldrían torcidas a causa de mi cansancio mental (no creo que físico, me paso el día sin hacer nada). Podría ser un apóstol escribiendo los Renglones Torcidos de Dios. Pero sólo soy yo, y escribo tonterías.

      Han pasado muchas cosas durante estos días. Fui al edificio donde ahora "trabajo". Verdaderamente trabajo en casa, me toca escribir artículos para una revista llamada "The USA's heart". Además tengo contrato con una editorial que me obliga a escribir al menos una novela cada tres años. Desde mi primera novela han pasado ya dos años, es decir, me queda un año para terminar una novela que aún no he empezado. Supongo que eso es un problema.

     Denver es una pequeña gran ciudad. A pesar de tener ese aspecto de pueblo perdido en las Montañas Rocosas, verdaderamente es una ciudad bastante grande. Es acogedora y rural, a la par que inhóspita y urbana. Supongo que parte de su encanto es esa mezcla de sabores.

    En la empresa conocí a Steve. Un periodista de la revista que a pesar de contar ya cerca de treinta y nueve primaveras, se comporta como un adolescente hormonado. Es un buen tío. Quizá algo alocado, pero creo que será divertido salir con él este viernes tal y como me ha propuesto. Lo mismo esa salida me proporciona un poco de inspiración, que últimamente ando muy escaso de ella.

   A ti, ¿cómo te va? Imagino que seguirás muy atareada dando clases de piano. Yo sigo haciendo como que escribo, me embriago por las noches y despilfarro los segundos. ¿Cuánto durará esto?

lunes, 8 de abril de 2013

Inspiración, ¿de qué te escondes?

    En el fondo venir a este lugar es lo que necesitaba. Un cambio de aires. Rimbaud fijo que necesitaba nuevos escenarios, y es posible que yo también necesitase eso. Los Ángeles ya los tenía muy vistos.

    Al día siguiente de instalarme en la 13th avenida empecé a dar vueltas a pie por el barrio para conocer un poco el lugar. Relativamente cerca había McDonald's. No soy partidario de ese tipo de comida, pero me podría salvar la vida en los momentos que no tuviese tiempo o ganas de cocinar. También muy cerca de mi casa había un ligar llamado 'Santa Fe Bar&Grill' donde también ponían de comer y tenía muy buena pinta. En cualquier caso, deambulé durante tres horas por la ciudad con la esperanza de encontrar una musa, o de encontrarme a mí mismo, o de encontrar algo, cualquier cosa. Y como aquellos que buscan sin saber qué, no encontré nada. Aquella ciudad se me antojó inmensa, y tuve miedo por haberme perdido. Luego descubrí que estaba en el Workforce Center, enfrente del edificio de pisos donde yo vivía. Como dijo Lord Byron: 'Sólo salgo para renovar la necesidad de estar solo'.

     Pensándolo bien, encontré algo medio interesante. Una tienda de discos. Y como buen fan de la música, no puedo resistir el impulso de entrar y ojear durante media hora decenas de discos. Me sentí muy cómodo allí dentro entre tanta música. Ojeaba el mítico 'Apettite for destruction' cuando empezó a sonar aquella nueva canción de Oasis, Stop crying your heart out. Normalmente me gustaba escuchar cosas más moviditas, pero Oasis siempre sabía sacarme un lado más tranquilo. Finalmente decidí comprarme el disco Toxicity de los SOAD, era relativamente nuevo y llevaba bastante tiempo queriéndolo.
 
     Una vez en el piso, volví a pensar que tal vez me había dejado la musa en Los Ángeles. ¿Eras tú? Llevabas mucho tiempo sin inspirarme. El cómodo entumecimiento de nuestros huesos me impedía desarrollar mi imaginación. Estaba muy a gusto tan sólo imaginándote a ti. Cuando quise darme cuenta había pasado la mitad del día escuchando aquel disco de SOAD y no había escrito nada. Estaba anocheciendo. Miré por la ventana la luna. ¿Estarías tu mirándola en ese mismo instante? Con los ojos tan grandes y bonitos que tienes, quizá, si me fijo bien en la luna, consiga verlos reflejados. Quién sabe.


Así es, no volveremos a vagar 
Tan tarde en la noche, 
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.

Lord Byron


    Tienda de discos Wax Trax.
 

Fin de semana

         Nunca fue tan duro conducir como aquel fin de semana. Recuerdo que cuando recién me saqué el carnet, me costaba horrores manejar aquel maldito coche, ese Peugeot 205 de color rojo. Aunque ahora tengo un coche mejor, un BMW serie 1 de color blanco, echo de menos aquel coche. Hoy iba en éste último por la interestatal 70. Ha sido un largo viaje. En concreto he tardado un día y un par de horas en llegar. Doy fe de que has ido un viaje terrible. Lo he pasado realmente mal.

         De algún modo he acabado recordando mi juventud. Cuando tenía 16-17 años y jugaba en el equipo de baloncesto del colegio. También sentía esa sensación de malestar, de sentirme terriblemente mal, como la de hoy en el coche. No era un gran jugador, pero me defendía en la cancha. El caso es que siempre me moría de nervios unas horas antes de empezar los partidos ante otros colegios. Era una mezcla explosiva la que se acumulaba en mi cuerpo. Nervios, malestar, dolores difusos por todo el cuerpo... Supongo que todo se debía a que era un joven tímido que se sentía mal al fallar delante de mucha gente. Entregar un mal pase o fallar un lanzamiento eran cosas que no sabía llevar. No era capaz de afrontar el fracaso. Ojalá todo fuese como antes, que el hecho de fracase se determinase por el lanzamiento de una pelota a un aro.

       Paré hasta 5 veces durante el viaje. Tres de ellas para comer en antros de mala muerte, una para dormir en un hostal de Richfield, Utah, y otra para descansar un poco y observar los paisajes de Gleenwood. Si hay algo que me gusta de Estados Unidos, son sus paisajes. Creo que no me importaría volver a recorrer las mil millas de carretera a cambio de volver a observar esos bonitos paisajes. Me considero una persona atea, pero me reservo mis dudas sobre la existencia de algo. ¿Cómo puede el azar de la naturaleza crear semejantes bellezas? Me conmueve el brillar de los paisajes naturales bajo los rayos de sol.

      Y por fin llegué a Denver. Al 731 de la décimo tercera avenida. Vivía en el sexto piso de un edificio que exteriormente vestía ladrillos color marrón rojizo.
La verdad es que el piso era cómodo. No demasiado amplio, pero lo suficiente como para vivir una persona. Diría que hasta se me hace grande, enorme o incluso magnánimo, sabiendo que no estás tú aquí. Te echo de menos. Deshacer las maletas no ha servido para nada más que acordarme de ti una y otra vez. Veremos que puedo hacer para evitar que rondes a tus anchas por mi cabeza 24/7 durante todo el mes.

     Ya sólo me queda esperar a que llegue la musa y la inspiración para empezar a escribir algo. Quizá deba antes darme una ducha, asearme bien y ponerme algo decente encima. No queremos que llegue la musa, se asuste de mí y decida marcharse por donde ha venido. Quizá esté paranoico, pero dejaré la ventana del salón abierta para que pueda entrar por la ventana. Siempre he imagina que las musas vuelan.


 Greenwood Canyon desde la carretera.